miércoles, 14 de marzo de 2012

Una fobia

-Túmbese y dígame lo que le sucede.
-He desarrollado una fobia paralizante a las partículas interrogativas.
-¿Cómo?
-¡Ah!
-Tranquilícese, ¿quiere un vaso de agua?
-Sí, por favor.
-Tenga. ¿Está mejor?
-Sí.
-Prosigamos entonces. ¿Desde cuándo le pasa?
-¡Ah!
-Beba, beba más agua. ¿Se encuentra bien?
-Sí, perdone.
-No pasa nada. ¿Seguimos?
-Venga.
-¿Cuánto tiempo duran las crisis?
-¡Ah!
-Relájese, por favor. Trataré de evitar cualquier clase de partícula interrogativa.
-Se lo agradezco.
-No es nada.
-Es que no puedo evitarlo. Me sucede lo mismo desde que era un niño y vivía en Hafnarfjorour.
-¿Dónde?
-¡Ah!
-En Harfnarfjorour, cerca de Reykjavik, en Islandia.
-¿Cómo se escribe?
-¡Ah! Hache, a, erre, efe, ene…
-¿Qué?
-¡Ah!
-¿Cómo va a ir una efe junto a una ene?
-¡Ah!
-¿Qué le sucede?
-¡Oh!
-¿Por qué se lleva las manos al cuello?
-¡Uh!
-Enfermera, ¿dónde está? ¿Por qué no responde? ¿Qué está haciendo? ¿Cómo es posible que no venga? ¿Para qué le pago el sueldo? ¿Quién se cree que es?
-Plof.
-Pobre hombre, se ha derrumbado. ¿Por qué dios mío? ¿Por qué?

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